Cuando el nivel democrático es bajo, las contiendas electorales se parecen cada vez más a las guerras y, como en ellas, la primera víctima es la verdad. Delito especialmente grave en los cargos públicos, que tienen otros resortes para vencer, y cuyas mentiras revelan el menosprecio que sienten hacia los ciudadanos que les eligieron. Sobran, por desgracia, los ejemplos en esta campaña electoral. Baste recordar dos casos de enormes y repetidos embustes por dirigentes de distintas (¡!) tendencias. La presidenta Aguirre ha prometido «hipotecas a la americana», para tener que reconocer después que no tiene competencias para ello; y, como otros de su partido, retoma infamias sobre el 11-M, ETA y el PSOE. Por su parte, Zapatero ha tenido el valor, tras siete (7) años de gobernar, de afirmar que el paro es un problema «heredado»; llegando al increíble extremo de negar que él haya hecho recortes sociales y de calificar -en clásica proyección freudiana- de «bellaco» a quien lo sostenga; más que amortizado, está ya que apesta y daña gravemente a su propio partido.
[Juan José Fuente Hidalgo en Cartas al Director, de El Diario Montañés]
[Juan José Fuente Hidalgo en Cartas al Director, de El Diario Montañés]
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