La ideología católica básica, se fundamenta en un decálogo que algunos tratamos de seguir, con las limitaciones, errores y defectos propios de cualquier persona. Los principios de él emanados tratamos de adaptarlos a la vida actual, fomentando el respeto al prójimo, procurando ser buenos esposos, padres, hijos, vecinos, trabajadores y ciudadanos en general, tratando de hacer una sociedad más justa e igualitaria.
También creemos que el hombre es más que una mezcla de cerebro, vísceras, huesos y músculos, considerándole portador de algo espiritual, que llamamos Alma. Creemos en la existencia de un ente al que le asignamos la creación del mundo y las leyes que lo gobiernan desde hace millones de años y de las que todavía desconocemos la mayoría de ellas, al que llamamos Dios, que tomó forma humana, en la figura de Jesucristo, para darnos ejemplo de vida.
Solemos reunirnos una vez a la semana para mantener vivos nuestros principios y en esas reuniones, a mi nunca se me ha obligado, ni se me ha dicho nada que atente contra la libertad de las personas, ni que vaya en contra de la moral o el orden establecido.
Esta filosofía de vida, lejos de hacer que nos sintamos mejores que otros, nos obliga a un continuo estado de vigilia, para tratar de corregir errores o defectos que pudieran alejarnos del camino que consideramos correcto. Sin embargo, para algunos, el tener estas creencias nos convierte en seres peligrosos de los que se sospecha y a los que conviene vigilar.
Se admite, sin embargo, sin ningún tipo de sospecha, a quienes profesan otra “religión civil”, que en vez de decálogo tiene infinidad de artículos laicos, derivados de unos fundamentos constitucionales. Por este motivo piensan que están en posesión de la verdad, a pesar de que están obligados partitoctráticamente a hacer y votar sumisamente lo que sus “patriarcas” del partido los manden.
Adoran a sus propios dioses, entre los que destacan: Estado, Mercado, Poder, Dinero..... y los asignan un papel tan importante o más que el que asignamos nosotros al nuestro.
Poseen, así mismo, sus propios “mesías”, que prometen (para luego no cumplir) paraísos sociales a quienes los sigan.
También tienen sus reuniones, en las que sus “teólogos” tienen como principal objetivo el sobrevalorar los logros propios, a la vez que desacreditan a sus opositores, para evitar que puedan quitarlos el privilegio de ostentar el poder.
Una vez expuestas ambas opciones cada uno debe analizar y escoger la que más le interese. Yo tengo claro cual es la mía y, aunque algunos piensan que estoy equivocado, prefiero vivir con la desdicha de mis errores, antes que con el bienestar y prosperidad de sus aciertos.
A. José Salas Pérez-Rasilla
A. José Salas Pérez-Rasilla