Con la habitual mirada inteligente, Manuel Alcántara nos invita a una reflexión cargada de razones, para combatir la "sin razón".
Su exposición es la siguiente:
La prueba nuclear de Pyongyang realizada por Corea del Norte va a poner a prueba la resistencia de los estómagos de los coreanos. El Consejo de Seguridad de la ONU, que por ahora descarta recurrir a la fuerza, va a declarar forzosa el hambre imponiendo sanciones económicas y diplomáticas. Se trata de castigar, no a los que tiraron la bomba subterránea, sino a la pobre gente depauperada que sufre a los que ordenaron tirarla. Decía Napoleón que en las guerras siempre mueren los mismos, pero en los amenazados periodos de paz ocurre algo semejante, ya que son los mismos los que enferman de avitaminosis.La gente común y sencilla será castigada por el desafío de su ridículo líder hereditario. El cuarto borrador de la resolución de condena, que mejora los tres anteriores, prohíbe sarcásticamente la importación de artículos de lujo, aunque allí, exceptuada la cúpula dirigente, nadie sepa qué cosa pueda ser un artículo de lujo. Hay quien cree que en ese apartado figuran las cucharas y los tenedores. Corea del Norte es uno de los países que cuenta con más hambrientos por kilómetro cuadrado y si logró entrar en el selecto club de naciones que más han progresado en el arte de matar es porque decidieron sus gobernantes algo absolutamente lógico: si el pueblo no tiene nada que llevarse a la boca, para compensarlo, había que armarse hasta los dientes.No es nuevo esto de vengarse contra los que no tienen la culpa. La duradera sanción a Cuba, como las sufridas por Libia y Sudáfrica son ejemplos de esos criterios. No llegarán las medidas del Consejo de Seguridad a la elite del régimen del pintoresco dictador Kim Jong Il, ni por supuesto a él. En su intento de repartir lo más equitativamente posible la infelicidad, las sanciones no suponen más que una contrariedad bastante ligera. La noticia bomba es que disponen de la otra.
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