Me preguntó una vez un alumno (soy maestro) que cómo debía ser él en clase. Pregunta rara, se dirá; pero no lo es tanto, como veréis. Aunque, por supuesto que precisamente él era el menos indicado para hacer esa pregunta; otros, haría más falta que la hicieran. Bien, pues la escuela es el lugar donde podemos ponernos en "modo perfeccionamiento"; una oportunidad que se nos da, bajo la mirada de personas que nos lo recuerdan y nos corrigen, de mejorar, poquito a poquito cada día, en varios aspectos. Toda la vida lo es, claro; pero tampoco debe ser bueno estar siempre en tensión; hay un poco de derecho a relajarse. Ha de haber, empero, un ámbito en el que hemos acordado que dedicamos el tiempo y la energía a revisar hábitos, explorar en qué cosas no habíamos reparado, tomar ejemplo de modelos adecuados... Decía Ortega que las personas se dividen en dos clases: las que se limitan a ser como son y las que intentan perfeccionarse. Por eso, particularmente en la infancia, el concepto de autoridad es pertinente, apropiado. Autoridad bien entendida. Y por eso, quienes la tenemos debemos tomarnos en serio; nosotros, no sólo los críos. Lo cual está reñido con una cultura nacional donde impera la falta de criterio (incluso la ignorancia de que tiene que haber criterio); y donde cada uno trata de mostrar que tiene "su dignidad personal", que no se someterá a nada superior a su real gana, aunque ello fuera para mal.
Adolfo Palacios González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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