De niño me enseñaron que no había ningún trabajo que fuera despreciable. Pero luego vi que ser maestro, por ejemplo, desde ciertas ideologías estaba mal visto. Y lo mismo ser político, o trabajar en una ONG. Y hay también gente que ve mal lo de ser cura, o funcionario de prisiones. Para otros, es indigno ser médico no objetor de aborto o de eutanasia. Y para ciertos nacionalistas, resulta que está fatal ser policía, juez o guardia civil. Para otros grupos, es malo ser torero, y vendedor de fertilizante, guía de safari, y quizá camionero, por lo del kilómetro cero. Los abolicionistas dicen que la prostitución es trabajo indigno; los conservadores, que lo es drag queen, actor porno o gogó. Hay pacifistas que dicen que lo es ser fabricante de armas, o bróker. Y también puede serlo trabajar en un estanco, en una carnicería, o en una tienda de animales. O de chuches. O en un bazar que venda demasiado barato. Y yo, que ahora soy jubilado y escucho mucho la radio, también me siento a veces indigno, por ser una carga para el país.
Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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