Hace unas décadas, el ambiente oficial de los medios de comunicación, en los que la sociedad se creía ver reflejada, era más risueño y desenfadado, pese a los sucesos que puntualmente se noticiaban. Las causas de quienes padecen a manos de otros se han ido destapando, ganando espacio, por ejemplo padres que maltrataban gravemente a sus hijos, acosos laborales, cosas a las que antes muchos vivían ajenos; hasta llegar a los "indignados" del 2011, a partir del cual andamos con cuidado antes de expresarnos con despreocupación en público. La sociedad se ha vuelto más seria, sí. No digo que ello sea malo, el problema es que, como en "El nombre de la rosa", hay menos risa, menos sonrisa y carcajada. El humor suelto, ante un público amplio y variado, solía verse como síntoma de inteligencia, y a la vez podemos suponer que promueve algún componente importante de la inteligencia en la juventud que con él se cría. Corremos, pues, el riesgo de que, por consideración, por militancia, o por temor a la ofensa, a la envidia y al rencor de quienes sufren, se nos merme la inteligencia.
Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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