Encuentro un artículo firmado por Manuel Alcántara, publicado por el Diario Montañés, relativo a los emolumentos que reciben nuestros políticos, que dice:
Pueden discutir encarnizadamente, incluso faltarse al respeto que no todos merecen haciendo juicios temerarios sobre el comportamiento sexual de sus respectivas madres. Pueden llevarse como los perros y los gatos o como los perros con otros perros, pero los parlamentarios españoles están siempre de acuerdo cuando se trata de llevarse más dinero. Si se debate el tema económico que les afecta las controversias se convierten en juegos florales. No hay ni un sí ni un no, sino un más. Congreso y Senado aprobaron su propio plan de pensiones, ya que les pareció excesivo darle sobresaliente con laude. Lo que Ignacio Camacho ha llamado 'el pensionazo' consiste básicamente en una admirable previsión de futuro. El porvenir, que los griegos decían que está en las rodillas de los dioses, está para ellos en los bolsillos de los contribuyentes.
El argumento que emplean para legitimar sus privilegios es que muchos han dejado su trabajo por la política, incluido el que algunos no tenían, y al cesar tienen dificultades para volver. Una situación bastante desagradable esa de reintegrarse a su anterior puesto, sobre todo si se tiene en cuenta que ganaban bastante menos dinero. Además a esa pérdida económica hay que unir la profunda depresión que les causa dejar de sacrificarse por sus compatriotas. Se entiende que una cosa así había que arreglarla urgentemente y los parlamentarios se pusieron a parlamentar entre ellos y pronto hallaron la solución: tenían que equipararse con sus colegas de otros países europeos. La verdad es que eso es más fácil que equipararnos a los ciudadanos. A la clase política le falta clase, como nadie ignora, pero debemos congratularnos de que haya al menos un grupo de españoles a los que no les angustie perder su trabajo.
El argumento que emplean para legitimar sus privilegios es que muchos han dejado su trabajo por la política, incluido el que algunos no tenían, y al cesar tienen dificultades para volver. Una situación bastante desagradable esa de reintegrarse a su anterior puesto, sobre todo si se tiene en cuenta que ganaban bastante menos dinero. Además a esa pérdida económica hay que unir la profunda depresión que les causa dejar de sacrificarse por sus compatriotas. Se entiende que una cosa así había que arreglarla urgentemente y los parlamentarios se pusieron a parlamentar entre ellos y pronto hallaron la solución: tenían que equipararse con sus colegas de otros países europeos. La verdad es que eso es más fácil que equipararnos a los ciudadanos. A la clase política le falta clase, como nadie ignora, pero debemos congratularnos de que haya al menos un grupo de españoles a los que no les angustie perder su trabajo.
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