España, como es sabido, es un país con una fuerte dependencia de las importaciones energéticas: importamos hasta un 80 por ciento de la energía que consumimos. Frente a esa perspectiva, todos están de acuerdo en que reducir la dependencia energética pasa por una disminución del consumo de combustibles fósiles, echando mano de energía renovables, apostando incluso hasta por la denostada energía nuclear.
Para el adecuado desarrollo de la energía biocombustible hará falta incrementar las tierras que en estos momentos se dedican al cultivo energético. Algunos especialistas confían especialmente en esta minirevolución, especialmente en el campo de la llamada 'biomasa'. Brasil ha obtenido buenos resultados en este aspecto. En otros casos, la mezcla de combustible fósil y biocombustible permite divisar alternativas mucho más inmediatas. Son cuantiosas las nuevas inversiones en materia de etanol o del llamado carbón líquido. Casi de repente, el mundo de la energía ha dejado de ser un estricto monopolio del petróleo y el gas natural.
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